¿Cómo es vivir sin smartphone en 2021?

La hora de la verdad

Lo primero que llama la atención, es que el teléfono móvil con más de 20 años siga funcionando a la perfección. Es increíble lo robusta que era la tecnología hace solamente dos décadas. Una vez que introduje la tarjeta SIM en el teléfono, monté la batería y apreté el botón de encendido. La pantalla de inicio de Nokia me hizo esbozar una sonrisa, pero lo que importaba era que el teléfono tomaba bien la cobertura del operador y todo parecía funcionar.

El primer choque es comprobar que hay teclas físicas, uno ya no está acostumbrado a pulsarlas porque ahora lo hacemos directamente en la pantalla. También llamaba la atención el pequeño tamaño del dispositivo, muy cómodo de llevar en el bolsillo y sin apenas peso. Alguna ventaja tendría que tener. Me decidí a salir a la calle con él con la sensación de que me estaba perdiendo algo. No tenía el teléfono para consultar cualquier tontería si me apetecía. Eso me hizo inquietarme durante algún tiempo, pero a medida que éste va pasando vas asumiendo que, si lo deseas, la comunicación continúa. Simplemente hay que marcar un número y llamar. El problema viene quizás debido a los propios teléfonos inteligentes. El menor uso que le damos es el de realizar una llamada. En mi caso, hay días que pasan y pasan sin que haga ninguna, toda una paradoja para un teléfono.

Esta experiencia hace que te des cuenta de que pasamos demasiado tiempo con el teléfono en la mano sin hacer prácticamente nada. Lo que está haciendo es cumplir con una función que ya no es de entretenimiento, sino la de suplir el aburrimiento. Es decir, que si antes nos aburríamos de una manera, ahora lo hacemos de otra.

A medida que fueron pasando los días esa sensación de inquietud, como de síndrome de abstinencia del teléfono inteligente, se fue aplacando. Es más, llega a ser incluso una liberación. Das al teléfono la importancia que posee, y lo utilizas simplemente para la función para la que fue creada. Esta experiencia sirvió para que comprendiera que, en mi caso, pasaba demasiado tiempo con el teléfono. Ello me llevó a hacerle más caso al control de uso horario del teléfono, que semanalmente te manda un informe con el tiempo de media que has pasado conectado. El día a día con un teléfono de hace dos décadas en pleno 2021 es positivo, como experimento es una experiencia muy recomendable.

Vives más tranquilo, eres quizás más productivo y te das cuenta de que la batería dura una eternidad. Pero la realidad se termina imponiendo, había que volver al iPhone 12. Al volver a introducir la tarjeta SIM y encenderlo, tenía la sensación de estar de estreno. Cuando el teléfono recibió la señal del operador, la aplicación de WhatsApp se volvió loca. Tenía más de 1000 mensajes sin leer, provenientes de tantos y tantos grupos en los que estoy como participante. Con Telegram fue también algo similar, el correo no notificó nada porque lo consultaba desde el ordenador.

Pero esta experiencia de estar sin teléfono inteligente durante unos días en 2021 ha sido muy grata y no descarto volver a realizarla durante algún periodo vacacional. Te ayuda a comprender tu relación con la tecnología y darle el valor que tiene. No se trata de volver atrás ni de renunciar a ella, sino entender que un uso desmedido y sin control del teléfono móvil inteligente no tiene nada de positivo.

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